lunes, 1 de agosto de 2011

SOBRE LA INVENCIÓN DE LA HISTORIA


Leyendo el otro día el artículo del Dr.Niemitz sobre la invención la cronología en la alta edad media o antigüedad tardía me vino a la memoria el ejercicio más claro de historia ficción que tuvo lugar en los anales europeos; La carta del Preste Juan al Emperador Federico Barbarroja.
El cronista alemán Otto de Freising, comenta en su “Chronica sive Historia de duabus civitatibus” (Crónica o historia de la dos ciudades) del 1145 que al año anterior se ha reunido con un tal Hugo, obispo de Jabala en Siria, en la corte del Papa Eugenio II en Viterbo. Este Hugo había sido enviado por el príncipe Raimundo de Antioquía en busca de apoyo de Occidente en su lucha contra los sarracenos tras la caída de Edesa. Se dice que el consejo de este Hugo incitó a Papa Eugenio a llamar a la Segunda Cruzada.

Hugo también explicó a Otto en presencia del Papa que Preste Juan, un cristiano nestoriano que era a la vez presbítero y rey de un territorio más allá de Armenia y Persia, había recuperado la ciudad de Ecbatana de manos de los reyes persas en una gran batalla no hacía demasiados años. Tras esta primera victoria Preste Juan, decidido a recuperar Tierra Santa, había puesto rumbo hacia Jerusalén, aunque finalmente las aguas del Tigris le habían obligado a desistir y volver a su reino. Preste Juan era un rey rico, como muestra de ello, la gran esmeralda de su cetro, y santo, descendiente de uno de los Reyes Magos.

Como bien describe Umberto Eco en su novela baudolino, la carta es un ejercicio de una sutileza política similar a la que demostraron los monjes de Cluny narrando la derrota de Roncesvalles en el Cantar de Roldan.
El motivo de ella, como siempre, es legitimar el ascenso al trono de Federico Barbarroja como sucesor de Conrado III ya que en un principio debería haber reinado su hijo de 8 años pero temió que el conflicto existente con Enrique el León acarrease problemas en una regencia tan larga, motivo por el cual propuso a la dieta la elección de Federico como rey.
Federico, como ya había hecho en Suabia al heredar el ducado de su padre, muerto en 1147, se dedicó a fortalecer el rey de Alemania otorgando poder a los nobles germanos en detrimento de la burguesía de las ciudades italianas lo que le provocó numerosas revueltas y la enemistad con el Papa Adriano IV por la no intervención de los imperiales en la defensa del sur de Italia y Sicilia del imperio bizantino en virtud del tratado de Constanza por el cual el emperador había sido coronado por el Papa en Roma. Como consecuencia del incumplimiento del tratado de Constanza, el papado y el emperador se enemistaron, lo que sería origen de discusiones futuras. Además, desde el punto de vista de Federico, la situación en Italia empeoraba. Con ayuda de los bizantinos, el levantamiento de Apulia se extendía. Los normandos peleaban con éxito contra los bizantinos y les arrebataron Brindisi, que había sido tomada por Bizancio poco antes. En vista de esta evolución, el papa Adriano IV se decidió a firmar el Tratado de Benevento en 1156 con los normandos. En los siguientes años, los normandos se convirtieron en protectores del papa, sobre todo frente a la ciudad de Roma, y como consecuencia poniendo en entredicho la posición del emperador. Así, el tratado de Benevento se convirtió en un instrumento importante de la separación entre el emperador y el papa.
En octubre de 1157 Barbarroja convocó una dieta en Besançon con el fin de subrayar sus derechos señoriales en Borgoña. Allí, dos legados papales exigieron la liberación de Eskil de las manos de los partidarios del emperador. Se produjo un escándalo a causa de un comentario - más bien secundario - en el que se denominaba como beneficium el título de emperador. Esto, que podía traducirse como feudo o como buena acción, fue traducido por Reinaldo de Dassel, desde 1156 canciller imperial y uno de los más íntimos confidentes del emperador, como feudo. Hay que señalar que los enviados papales se encontraban presentes y no protestaron por la traducción. Cuando, como consecuencia, se registró el equipaje de los legados, se hallaron numerosos privilegios previstos para los obispos alemanes, con los que se quería minar la autoridad del emperador a favor del papa. Estas dos provocaciones se convirtieron en puntos centrales de una campaña de propaganda contra el papado, con la que Federico consiguió el apoyo de la mayoría de los obispos alemanes. Estos prohibieron al clero la apelación a la curia romana.
Se desataron las hostilidades y comenzaron a publicarse escritos contra Adriano IV, postulando Federico I que el Papado debía subordinarse al Imperio. Se pretendía recortar la influencia del Sumo Pontífice, lo que venía bien tanto al emperador como a los obispos en su búsqueda de mayor independencia de Roma. La aclaración del Papa Adriano IV en junio de 1158, de que no había querido decir feudo, sino buena acción (Beneficium: non feudum, sed bonum factum) fue en vano. El papa tampoco pudo evitar la campaña italiana tomando contacto con Enrique el León.
La carta pues hay que enmarcarla en este conflicto y el que se provocaría en 1159 la muerte de Adriano IV y la imposición del Antipapa Víctor IV por el partido Imperial y de la aclamación de Alejando III por el pueblo de Roma y las restantes potencias europeas.

Freising hace un uso muy hábil del imaginario medieval y de la vanidad del Papado diciendo que el Preste Juan, el más poderoso rey de oriente, se declara vasallo del emperador Federico I dejando en mal lugar al Papa que discute la autoridad del emperador. Empieza a circular por Europa copias de la Carta de Preste Juan, una carta que se decía escrita por Preste Juan, “el más grande monarca bajo el cielo y un cristiano devoto” e iba dirigida al emperador bizantino Emanuel I Comneno y a otros príncipes en una inteligente maniobra para despejar las sospechas de que era una invención de la política imperial. En realidad, la carta parece más bien un cuento lleno de maravillas con muchísimas similitudes con el “Román de d’Alexandre” (una colección de leyendas sobre las hazañas de Alejando Magno) y las “Actas de Tomás”, lo cual nos indica que es más que probable que el autor conociera esos dos relatos.
Se detallan las maravillas que hay en su reino En la carta se hablaba de Preste Juan como un monarca que reinaba sobre 72 reinos y que cuando iba a la guerra era seguido por 10.000 caballeros y 100.000 soldados. Su tierra era rica en plata y oro, y muchas criaturas maravillosas vivían en ella, desde bestias desconocidas a hombres con cuernos y tres ojos, también había mujeres que luchaban montadas a caballo u hombres que vivían más de 200 años, tampoco faltaban unicornios, caníbales o elefantes. Todo era perfecto en su reino, no había pobres, no había ladrones, tampoco había avaros, mentiras ni vicios. En su palacio, Preste Juan disponía de un espejo mágico con el que podía ver de todo lo que pasaba en sus provincias y descubrir cualquier conspiración.

El imperio de este rey llegaba a la India, donde había sido enterrado el cuerpo de Santo Tomás, comprendía las ruinas de Babilonia o la Torre de Babel, sin olvidar la Fuente de la Eterna Juventud. La carta contenía dos peticiones al Papa, la cesión de una iglesia en Roma y la concesión de ciertos derechos sobre la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
En paralelo a estas disputas políticas, Barbarroja intentaba dar un peso teológico a la parte alemana del Imperio. En 1164 se llevaron los huesos de los Reyes Magos a Colonia. En Navidad de 1165 Carlomagno fue santificado en Aquisgrán, para conseguir a través de un santo nacional una mejor legitimación, es aquí donde Niemitz se confunde, ya que Carlomagno tenía un papel importante en la idea que tenía Enrique del Imperio. Sin embargo, estos actos tuvieron poco eco en el exterior de Alemania y no constituyen una nueva cronología sino que se busca un patrón nacional como hará el nacionalismo alemán con Federico I en el XIX.

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