miércoles, 6 de julio de 2011

AMORES PROHIBIDOS

El mundo Ibérico a finales del siglo XV se debate entre la tradición heredada de la edad media y la modernidad que viene de Italia y los Países Bajos con la irrupción de una clase social que hace tambalear los cimientos de los nobleza castellana. Las estrictas reglas feudales poco o nada valen ante el empuje económico de la burguesía y las costumbres matrimoniales lo serán aún menos. Este fin de ciclo en la hegemonía social de la nobleza lo describiran numerosos literatos pero nos fijaremos en uno que narra los amores de dos jóvenes toledanos.
El testimonio más descarnado sobre las relaciones de las mujeres ardientes y los hombres apasionados proviene de la pluma de Fernando de Rojas. En La Celestina (primera versión, Burgos, 1499) se relata el encuentro de Calisto con Melibea en un jardín adonde el joven toledano había llegado persiguiendo a su halcón. El ambiente es propicio a las confidencias de las mujeres sobre su mundo interior, a la candidez de unas y a la rabia paroxística de otras. Las clases sociales de definen por su moral a la hora de valorar el mundo. Calisto, un joven perteneciente a la burguesía ascendiente y cuya ociosidad le lleva a triviales diversiones, queda sorprendido ante la presencia de una hermosa mujer de noble linaje. Nada más encontrarse con ella le confiesa: “ En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios”. La mujer, sin la cual el hombre no puede vivir, se ha convertido en una diosa, una fuente mágica de creatividad cósmica. Sin ella, él no puede existir; es anulado, pierde la alegría. ¿Qué hacer para conseguirla?.

Existen varias estrategias. Todas coinciden en el papel que desempeñan los criados y el lumpen urbano. De sus intrigas surge la idea de que el amor debe mantenerse oculto a los ojos de los padres de familia. La revuelta juvenil cuenta con el apoyo de ese grupo de malhechores toledanos del tipo clochard, sin preocuparse del horrible hedor de su boca y de sus ropas, como si la búsqueda del amor tuviera que realizarse por medio de esa promiscuidad social. Calisto acepta con docilidad los planes de Celestina, a quien confiesa sus más íntimos secretos. Pero ninguno contaba con la reacción de la muchacha. Para Melibea lo erótico se limitaba al instante de excitación durante el cual el cuerpo se volvía deseable y hermoso, sin que eso significara una quiebra de su honestidad, como se apresura a decirle a Calisto en la primera ocasión que tiene: “ La sobrada osadía de tus mensajes me ha forzado a haberte de hablar. Que habiendo habido de mí la pasada respuesta a tus razones, no sé qué piensas más sacar de  mi amor, de lo que entonces te mostré. Desvía estos vanos y locos pensamientos de ti, porque mi honra y persona estén sin detrimento de mala sospecha seguras. A esto fue aquí mi venida, a dar concierto en tu despedida y mi reposo. No quieras poner mi fama en la balanza de las lenguas maldicientes
A Melibea le horroriza que aquel de quien estaba enamorada la viera como un simple cuerpo de placer, sin la dignidad de la esposa, aunque se controla al hablar del matrimonio. Ante la negativa a caer en sus brazos, Calisto reacciona con vigor y sorpresa: “ ¡Oh mal aventurado Calisto, oh cuán burlado ha sido de sus sirvientes! ¡Oh engañosa Celestina; dejárasme acá de morir y no tornarás a vivificar mi esperanza, para que tuviese más que gastar el fuego que ya me aqueja! ¿Por qué falsaste la palabra de esta mi señora? ¿Por qué has así dado con tu lengua causa de mi desesperación? ¿A qué me mandaste aquí venir,para que me fuese mostrado el disfavor, el entredicho, la desconfianza, el odio por la misma boca de esta que tiene las llaves de mi perdición y gloria?”
Se produjo un momento de silencio durante el cual Melibea buscó las palabras para salir al paso de la desesperación del hombre. Puede que la distancia le infundiera el ánimo para confesar su amor. En ese momento de excitación sonaron la palabras totalmente improbables en cualquier otra situación: “Y pues tú sientes tu pena sencilla e yo la de entrambos, tú sólo dolor, yo el tuyo y el mío, conténtate con venir mañana a esta hora por la paredes de mi huerto”. Poco después de torrente de acontecimientos y emociones que se produjeron aquella noche del primer encuentro, Melibea se enfrentó a la decisión de sus padres de buscarle un marido porque “ no hay cosa con que mejor se conserve la limpia fama en la vírgenes, que con temprano casamiento”. La decisión se apoya en la convicción de que nadie en Toledo rehusaría “tomar tal joya en su compañía”.
Los padre de Melibea hablan deprisa, ajenos a la vida personal de su hija, y lo que decían eran palabras de confianza ciega en las buenas constumbres, como una promesa de futura establece, una promesa que sin embargo no sería fácil por el empeño de la juventud de poner dificultades al orden establecido. El resto de la historia es bien conocido. Calisto posee a Melibea en una corta, pero intensa,noche de amor que termina con la muerte del joven. Luego Melibea se retira a su alcoba reflexionando en voz alta sobre lo ocurrido, palabras que atestiguan el conflicto entre emoción y contención. Melibea decide por el primer camino y pone fin a su vida. Thanatos acompaña a Eros para desafiar la institución del matrimonio concertad, puntal de la vida social europea de finales del siglo XV.
Todas estas historias literarias nos muestran que ni el delirio ni la pasión desbordada son la norma habitual en la sociedad. La mayoría de la gente se propuso vivir al margen de los intensos contrastes, buscando la tranquilidad aseptica del matrimonio como institución separada del amor. Pero un suceso en Castilla vino a complicar las cosas. Se comentaba que Juana, la hija de los Reyes Católicos, estaba loca de amor por su marido Felipe.

Bibliografía:
Christine Klapisch-Zuber, La famiglia e le donne nel Rinascimento. Bari 1988
Jacques Heers, Le clan familial au Moyen Age. Paris 1978
Madelaine Jeay Sexuality and family in fifteenth-Century. 1979
José Enrique Ruiz-Domènec, La ambición del amor. Madrid 2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario